Con dos niños pequeños y uno grande (el marido), tener paciencia se vuelve algo totalmente necesario. Todo el tiempo existen situaciones que te hacen querer gritar, ahorcar a los hijos, pero poco a poco he aprendido que por las malas no se consigue nada. Por eso ruego a Dios que día a día me de mucha, mucha, mucha paciencia. Aunque todavía hay días que me falta, creo que he conseguido equiparme con una cantidad suficiente para sobrevivir sin que el hogar sea un campo de batalla.
Las cosas no serán como yo quiero, los niños seguirán llorando, peliando, gritando, haciendo pataleta, pero respiro profundo, cuento hasta 10 y pongo mi mejor cara. Y sigamos practicando para logralo siempre, aun no lo consigo…