Tan rico estar en la zona de confort. Es como estar en una balsa bonita, por un río tranquilo, viendo un paisaje hermoso, sin frío, sin calor, en un colchón suave y con cobijita. En la zona de confort uno pasa delicioso, no se preocupa, todo es bueno, cómodo, y además, nada pasa. Cuando estás en la zona de confort tu vida sigue como cuando vas en esa balsa, igual. Esto quiere decir que como nada pasa en este lugar, todo pasa cuando te sales de esta zona. Todo es lo difícil y también lo extraordinario. La magia, los retos, la satisfacción, los regalos de la vida.
Ultimamente he tenido la oportunidad de vivir experiencias que me sacan de la zona de confort, de hecho la maternidad es una de las situaciones que más te halan a salir de ahí. Este fin de semana tuvimos una experiencia de estas, en un sitio muy alejado a mi vida cotidiana y muy diferente en todo sentido. A manera de chiste al llegar allí dije: «Este es el sitio más alejado que he estado de mi zona de confort» y no imaginé que mis palabras tuvieran tanto poder y que definieran tan claramente la realidad que iba a experimentar. Es una de las ocasiones que más me han retado y obligado a aceptar un momento incómodo y varias situaciones que yo no elegiría. Pero hace un tiempo aprendí que en muchos momentos no puedo cambiar la situación pero si puedo cambiar la manera como la vea o la enfrente, por esto, tratar de sobrellevar con tranquilidad o hasta de ver el lado bueno de situaciones difíciles o incómodas se vuelve un reto, y lo más curioso es que uno puede lograr hasta sacarle jugo.
Los momentos en que retas tu cuerpo te llevan a emociones extremas y libres de prejuicios. Después de un paseo a caballo de 4 horas por una montaña (fue mucho más largo de lo esperado, no habíamos almorzado, hacía calor), nos encontramos un río hermoso, y no dudamos en salir corriendo como niños a meternos ahí, con tenis, medias, pantalón, camiseta, ropa interior (no había vestido de baño a la mano). No importó. Niños y adultos teníamos la misma edad en ese momento y fue espectacular. Esta no fue la única situación incómoda que vivi el fin de semana. Tampoco la peor. Pero traté en cada momento de ver el lado bueno, de poner la mejor cara y tratar de ponerle buena actitud. Tener paciencia, entender que me estaba retando y sentirme satisfecha por cada pequeña victoria, no digo que no hubo momentos de desesperación, pero también sirvieron para coger impulso y volver a recargar. El balance fue súper positivo. Encontré lo bueno y lo disfruté. A lo más dificil le resté importancia. Fue un espacio muy bacano, feliz, y familiar.
Si esto pasa con una adulta de 35 años, con los niños también hay que enseñarles a salir de la zona de confort. De hecho obligarlos a hacerlo. Ponerles pequeños retos y situaciones incómodas, nuevas, diferentes. Que se acostumbren a enfrentar momentos difíciles, que les de pena, cosas que no han hecho antes y que no sean lo más cómodo. Eso va a hacer que puedan enfrentar con más facilidad o sin miedo ese tipo de circunstancias.
Y para uno, buscarse también situaciones que te obliguen a vivir experiencias diferentes, retadoras. Mi impulso es mi familia, son mis hijos y la oportunidad de que vivan experiencias inolvidables. Verlos felices es lo que me obliga a vivir por fuera de la zona de confort y a retarme a mi misma. Lograr cosas que uno no se imaginaba que podría hacer da una satisfacción inmensa y es definitivamente por fuera de la zona de confort cuando todo sucede, cuando la vida te da los mejores regalos.
Medalla de niña exploradora!! Besos