La gente de la calle me dice: «Pobrecito el niño, que no come dulce» cuando les digo que no promuevo el consumo de alimentos y bebidas azucaradas en mi familia. Yo me quedo tranquila y sonrío, pues ese pobrecito está lleno de beneficios para su salud…
Durante mi maternidad, a lo largo de mi experiencia con mis hijos, del conocimiento que he adquirido por medio de médicos expertos y con los resultados que veo en mis hijos con el manejo de los alimentos, he tomado varias decisiones en cuanto a los alimentos que les doy.
Tengo súper claro que el azúcar es muy dañino y además adicitivo y que los alimentos comunes están sobrecargados de azúcar, me atrevería a decir que de manera descarada por parte de los fabricantes, que seguramente tendrán un ingeniero de alimentos o nutricionista para desarrollarlos y a pesar de esto les agregan dosis superiores a las permitidas por una persona al día.
Me sorprende y me preocupa más aún, la creencia que existe en nuestra cultura de asociar dulces con niños, en todas partes, en todos los momentos, el premio o regalo para un niño es un dulce (hasta nosotros como papás a veces caemos en esto) y con todo esto se nos hace más dificil a los padres, que somos cada vez más concientes, hacer que nuestros hijos disminuyan el consumo de azúcar.
Yo he buscado disminuir en mis hijos lo más que se pueda el consumo de dulces. Esto lo hago con productos concretos: Por ejemplo con las bebidas (que son de los menos saludables y más azucarados que hay en el mercado), ya siempre pedimos agua y en la casa hacemos infusiones frías sin azúcar. Con el mecato que compro en la casa, no compro aquellas cosas que tengan mucho azúcar o sean sólo dulces.
Hace poco le contaba a un grupo de estudiantes que tengo en la Universidad, que están alrededor de los 22 años que yo a mis hijos no les daba juguitos de caja y que no suelo comprar dulces para tener en la casa o empacar en la lochera (por ejemplo chocolatinas, frunas, choquis, barriletes, bombones, confites en general) y varios de ellos me dijeron «¡Ay, pobrecitos!!».
Yo me reí y dije: Sí, pobrecitos. Y recordé que esto ya me ha pasado varias veces, la gente me dice pobrecitos cuando digo que no le suelo comprar dulces a mis hijos (Ojo: no es que nunca les de o les deje consumir, pero evito promover el consumo).
Con esto que me dicen yo pienso: Pobrecitos que tienen una mamá que se preocupa por su salud, pobrecitos que van a aprender a comer cosas más sanas, a reemplazar un mecato por una fruta, pobrecitos que se han acostumbrado a bebidas libres de azúcar y pobrecitos porque seguramente esto los librará de enfermarse, lo cual hace que yo sufra (no hay nada peor que un hijo enfermo) y que ellos falten a sus actividades regulares, fiestas o al colegio.
Esta decisión de dismimuir el consumo de azúcar en mis hijos, y de buscar alternativas dulces más sanas (como las frutas), va acompañado de una parte educativa. Yo les hablo a ellos de los alimentos, les enseño a leer las etiquetas, les muestro lo que pasa con el azúcar en su cuerpo y les digo que pueden consumir pero hay límites. Cuando mis hijos comen mucho dulce se enferman (no solo del estómago, sino también les dan alergias, gripas y hasta crup), se ponen hiperactivos, no comen bien, se vuelven intolerantes y cansones.
Con esto de la educación, hemos llegado hasta un punto que mis hijos algunas veces van a un supermercado y cogen algunos productos y me dicen: «Mami, mira, este tiene 14 de azúcar, mira, este tiene menos…» Yo me río y me pregunto que pensará la gente, jajaja!
Desde que tomé la decisión de ser conciente y disminuir el consumo de dulce en mis hijos he notado grandes cambios. El principal es una mejoría en sus hábitos alimenticios y el mejor es la disminución de las enfermedades. Podría decir que mis hijos este año si mucho habrán faltado una vez al colegio. Se contagian menos de virus (su sistema inmune está más fuerte) y si les da una pequeña gripa, se les quita inmediatamente con un manejo básico. Pobrecitos, no??
Súper mamá!!
Tu apoyo ha sido muy importante en todo esto!!
Me encanta este articulo, yo evito darle a mi hija de 5 años, embutidos, paquetes, gaseodas y dulces…. se los come en la calle en piñatas y eventos donde tampoco le voy a llevar lonchera aparte.
Pero en la casa no los consumimos, porque creo q no los necesita y q sino se acostumbra a ellos no los va hacer parte d su vida.
Pero el pobrecita tambien lo he tenido q escuchar muuuchas veces.