Los papás quisieramos controlar todo para que nuestros hijos siempre estén bien. Pero asi no funciona. Ante un mundo de incertidumbre, lo único posible es tener fe. Por eso las mamás terminamos repartiendo bendiciones y prendiendo velas hasta viejitas. Aquí les cuento de qué se trata esa fe. Y no es un post sobre religión.
Me acuerdo que hace muchos años, cuando mi primita Daniela estaba pequeña hubo una época en que había muchos derrumbes en la vía Las Palmas, ruta que tenía que tomar todos los días para ir al colegio. Cada día el subir y bajar por esa vía era un riesgo de que se desprendiera un pedazo de tierra y cayera sobre cualquier vehículo que estuviera pasando por ahí.
Aunque yo estaba lejos de ser mamá, sentir a mi tía angustiada por el solo hecho de mandar a su hija al colegio por un camino que presentaba un riesgo me impactó. Y me impactó el hecho de entender que a pesar de que seamos los mejores papás no podemos asegurar que nuestros hijos siempre estén a salvo, pues no está del todo en nuestras manos. Nunca.
Cuando mis hijos nacieron y estaban junto a mi, así bebecitos, sentía que dependian totalmente de mi, y que al estar bajo mi cuidado podía estar cubriendo casi totalmente los factores de riesgo, logrando que estuvieran bien protegidos. Pero a medida que tus hijos se van alejando de tu lado, comprendes que su protección no depende de ti en absoluto.
A mi me entró un miedo gigante cuando entendí que mis hijos siempre están corriendo un riesgo. Un riesgo cuando van en el bus para el colegio, cuando están montando en bicicleta, cuando están en el recreo con sus amigos y peor aún, un riesgo también cuando están conmigo. Y es que en la vida en cualquier ocasión siempre existe la posibilidad de que ocurra cualquier accidente o suceso desafortunado. No solo a ellos, sino a cualquiera.
Pero eso no tiene porqué llenarme de miedo. Obviamente es algo en lo que debía trabajar, pues no puedo vivir aterrorizada imaginandome tragedias mientras mis hijos andan felices por el mundo (y mucho menos puedo encerrarlos para que no les pase nada). Solo que no sabía como hacer para estar tranquila. Ahí fue cuando entendí que la única manera de estar tranquila es teniendo fe.
La fe no siempre tiene que ir atada a una práctica religiosa. No es rezar el padrenuestro o prenderle una vela a María Auxiliadora. Para mi la fe es confiar. Confiar en el universo, en Dios, en la fuerza Divina en la que creas, confiar en que todo estará bien. Y además de confiar, creer desde el corazón, sentirlo. Porque si no lo sientes, no vas a tener esa tranquilidad esperada.
Ahí es cuando las mamás empezamos a volvernos místicas, religiosas, ritualistas… dar la bendición al salir, «encomendarlos» a los ángeles, rezar por ellos, y cualquier tipo de acción en la cual invocamos un poder superior para proteger a nuestros hijos, es algo común que tenemos todas.
Y es que no queda de otra. En la vida el factor de incertidumbre y el riesgo a que algo pase existe siempre, si nos ponemos a imaginar posibles tragedias encontraremos muchas, pero también sabemos que como hay posibilidades de cosas malas, hay posibilidades de que no pasen. No vale la pena desgastarse en algo que no es real y que está en nuestra imaginación.
Pero la prueba de fe grandes ligas es cuando si hay un peligro o un riesgo evidente y real. Porque también encontramos nuestra fragilidad como padres en los momentos que suceden cosas difíciles. Cosas que no entendemos porqué suceden y que tampoco están bajo nuestro control. En esos casos también toca recurrir a la fe. Y la fe ahí es creer en algo que nos de tranquilidad, que por lo general es una fuerza superior que no logramos entender pero que confiamos en que obrará de acuerdo a lo que es mejor para todos.
Tan fácil decirlo pero tan complicado vivirlo. La vida nos pone retos todos los días, algunos mucho más duros que otros. Pero ante la constante incertidumbre es necesario confiar. Confiar en esa energía superior, confiar en que con nuestro amor los cubriremos de protección y confiar en que tendremos la fuerza para enfrentar todo lo que llegue. Darles la bendición al salir y prender una velita si es necesario.
Así es Nati, creer, confiar y tener fé en el universo divino. Me gustó mucho este post.
Que palabras tan hermosas pero sobre todo tan llenas de sabiduria y de amor. Gracias por compartirlls.
Naty me gusta como lo desligas a la religión! Realmente nunca lo había visto de esa manera y me encanta sentirlo así porque no soy la más religiosa del mundo. Pero como mamá si soy positiva y mi mantra es no pensar en lo maluco/malo… Esa es mi Fé. Pero no por evitar pensar, no pasan…