La dicha de ir a comer helado

Cuando somos niños creamos recuerdos maravillosos a partir de momentos mágicos. Los padres debemos darnos cuenta que esa magia muchas veces está en lo simple, en lo sencillo, en pequeños detalles como por ejemplo la dicha que produce ir a comer helado…

Ser niño es algo maravilloso, la infancia está llena de fantasías y momentos mágicos. Dentro de las maravillas de esta hermosa época están los pequeños espacios en los que uno crea experiencias inolvidables. Curiosamente estas experiencias por lo general no implican un costo (monetario) alto sino que van más bien enfocadas en algo que cree un momento feliz . Esos momentos felices crean una asociación positiva en la mente que hace que cada vez que haces lo mismo creas y recreas esa felicidad (eso lo aprendí en mis clases de mercadeo). Uno de los momentos más ricos y divertidos de la infancia es ir a comer helado. La ida a comer helado es una de las asociaciones positivas más comunes actualmente en el mundo y esta se origina en la infancia. Cuando llevamos a los niños a comer helado creamos automáticamente un recuerdo feliz que queda grabado en ellos y por ende el helado genera una asociación con la felicidad, por eso cuando grandes a veces comemos helado para sentirnos felices o para crear momentos especiales con uno mismo o con otra persona, pues el hecho de comerlo llama automáticamente al niño interno de todos y hace correr la película de ese momento especial que tuvimos cuando pequeños, trayendo esa emoción que lo acompaña. Hasta cuando uno está triste busca un helado para subir el ánimo y sentirse mejor. Seguir leyendo

«Hijo yo creo en ti»

El mundo actual está lleno de peligros y la sociedad nos los recuerda constantemente. Eso hace que las mamás vivamos con miedo y empecemos a sobreproteger a nuestros niños enviandoles un mensaje de incapacidad que no les ayuda para nada a su seguridad. Con este post, «Hijo, yo creo en tí» quiero hacer una reflexión a cerca de  lo que hacemos las mamás por nuestros hijos que les dice inconscientemente que no creemos que puedan y si dejáramos que ellos lo intenten solos podrían demostrarse a si mismos que sí son capaces.

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No se porqué, pero las mamás actuales vivimos muertas del miedo. No se si el mundo es más duro y cruel, si nos criaron con todo muy resuelto y fácil (sin tener que enfrentar dificultades mayores), no se si es la sociedad de consumo o simplemente la sociedad en general, realmente no se porqué, pero he descubierto que esta generación de madres (en la que me incluyo) somos súper miedosas. Creo que puede ser una mezcla de todas las razones anteriores, pero ya hemos oído y visto en las redes el cuento repetitivo de que antes los niños no usaban cinturón de seguridad en el carro, salían a la calle solos y libres, a los 7 años atravesaban la ciudad sin sus padres, jugaban con cosas que ahora consideramos peligrosas, no había plásticos para tapar los enchufes, no había mallas para el balcón, las esquinas de los muebles no tenían protectores y se tragaban la crema dental. Con la evolución del mundo han surgido «nuevos peligros» (aunque sospecho que muchos siempre han estado ahí) o al menos la conciencia ( y hasta terrorismo) de estos, todos los días hay una nueva idea peligrosa y detrás de esta una solución en producto para evitarla o enfrentarla. Seguir leyendo

La importancia de las amigas mujeres

Todas las mujeres somos distintas. Unas crecemos siendo más amigas de los hombres y otras (la mayoría) con más amigas mujeres. En cualquiera de las dos opciones, llega un momento en que te das cuenta la importancia de las amigas mujeres. En este post les cuento porqué las necesito tanto ahora.

la-importancia-de-amigas-mujeresCrecí en un colegio femenino. Tengo una hermana y la mayoría de mis primas son mujeres (tengo 13 primas). Soy muy femenina y siempre me gustó jugar muñecas, barbies y escuelita. Tenía claro desde pequeña que quería ser mamá, casarme a los 24 y tener hijos antes de los 30. Me encantan los papelitos, cinticas, todo lo rosado, las muñecas. Me disfracé de enfermera, hada madrina, caperucita roja y amo las películas de princesas (aún a mis 36). A pesar de todo esto, cuando comencé mi adolescencia y durante la universidad, mis mejores amigos siempre fueron hombres. Seguir leyendo

La sudadera rota

Cada historia con los hijos es una oportunidad para aprender. No solamente ellos son los que aprenden de nosotros sino nosotros de ellos. Ser padres es una oportunidad para cada día ser mejores. Por ellos y para ellos. En esta historia, la sudadera rota les cuento una lección que aprendí con una bobada como un pantalón nuevo que se rompió…

la-sudadera-rotaLa semana pasada le compré a mi hijo una sudadera (el pantalón deportivo) nueva para el uniforme del colegio. No entiendo porque mis hijos siempre rompen sus pantalones en la rodilla derecha y las sudaderas que tenía ya estaban demasiado rotas. El miercoles mis niños salieron para el colegio estrenando sudadera, divinos los dos, a cada uno le había comprado una. Las mamás nos sentimos felices cuando nuestros hijos van bien vestidos, es como si fueramos mejores mamás….
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Mami, acompáñame a dormir.

Muchas veces queremos imponer reglas o forzar a nuestros hijos a que hagan algo porque ya están «en edad» para hacerlo. A veces no nos damos cuenta que detrás de lo que ellos nos piden hay una necesidad oculta. En esta historia de «Mami, acompañame a dormir», les cuento como descubrí que la mejor manera de que mi hijo sea seguro e independiente no es forzándolo. Que a veces ellos nos piden una cosa, pero en realidad están buscando otra. 

mami-acompaname-a-dormirMi hijo Pedro es un pegote de la mamá. Muchos que lo conocen saben que vive con el complejo de Edipo alborotado y hasta le dicen «Edipito» (a espaldas de el obviamente). El vive enamorado de mi y obviamente, yo de el. No pasa un día en que el no se me acerque en repetidas ocasiones, me de un beso, un abrazo, me diga «te amo mami», así, espontáneo. Yo no puedo evitarlo, me derrito. Me derrito al verlo, me derrito con sus abrazos y muestras de amor, quien no. Una de las cosas que más duras me han parecido en la crianza de Pedro ha sido ayudarlo a aprender a desapegarse de mi. Yo entiendo ( y el también) que debe vivir tranquilo sus espacios, que no debe llorar cuando se separa de la mamá y el solito, con una madurez que me sorprende a sus 6 años y medio, lo entiende y lo proporciona: «mami, no me acompañes a la buseta», «mami, no me lleves al colegio porque me quedo llorando». El sabe que cuando se separa de mi pasa feliz, pero ese momento de transición aún le da duro.

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Hablar de sexo con los hijos

La educación sexual comienza desde antes que podamos darnos cuenta que comenzó. Cómo hablar de sexo con los hijos?

hablar-de-sexo-con-los-hijosMe di cuenta que la educación sexual empieza en casa desde que los hijos son bebés, cuando Vero mi amiga pediatra me escuchó un día hablando con mi hijo sobre su pene con otra palabra diferente (las mamás o cuidadoras solemos llamarlo de mil formas, por pudor a decirle su nombre real) y me dijo: «Nati, llámalo por su nombre». Desde ese día en mi casa a todo se le dice como es y no se volvió a usar una palabra diferente, el pene, la vagina, etc.
Yo crecí en un colegio de monjas y realmente más que educación sexual, había muchos mitos y leyendas que en realidad mucho después comprobé que eran falsos, y que nos metían en la cabeza desde chiquitas y pues claro, quien menos indicado para hablar de sexo que una monja. En todo caso, mis compañeras del colegio y yo, crecimos realmente castradas mentalmente en el tema del sexo y la sexualidad, muchas de las cosas que se decían eran falsas y lo poco que se decía iba absolutamente filtrado por la religión y sus restricciones (creo que era pecado hasta hablar del tema), lo cual tampoco permitía mucha comunicación. Crecimos en una época en que no había mucho acceso a la información, no había internet, y menos redes sociales, entoces uno se quedaba con lo que oía por ahí.
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Carolina, una mamá súperheroe

Recuerdo cuando era pequeña, que a la primera finca que me dejaron ir fue a la de Carolina. Carolina ha sido mi amiga desde que éramos muy pequeñas, me acuerdo que en su finca desayunamos buñuelos y montamos a caballo. Caro tiene una familia hermosa, su mamá Olga era la mamá que más bonito escribía del salón, siempre admiré su letra en las notas que mandaba al colegio y tan linda como su letra era ella de querida y dulce. Fuimos muy amigas en el colegio y de 15’s nos mandaron juntas a una excursión. Pasamos delicioso y ella sale en casi todas mis fotos. Hubo algunos momentos de la adolescencia que nos distanciamos pero creo que en el fondo de mi corazón ella siempre estuvo ahí en primera fila.
Dentro de mis amigas más cercanas creo que yo fui la primera que tuvo hijos. Cuando Emilio mi hijo mayor estaba todavía muy bebé, recuerdo que un día Carolina me llamó muy angustiada, acababa de darse cuenta que estaba en embarazo, ella no lo estaba buscando, acababa de empezar un doctorado que duraba por lo menos 5 años, con una deuda gigante y un compromiso de tiempo más grande aún. No había mencionado que Caro se casó con su novio de toda la vida, que fueron novios desde lo 14 años y hacen una pareja hermosa. A pesar del susto del embarazo, la maternidad no es un inconveniente sino una bendición y Caro es una de las amigas más sensatas que tengo y supo llevar muy bien su embarazo y luego su maternidad.
Amalia nació a finales de agosto cuando mi hijo Emilio no había cumplido ni un año. Me acuerdo que fui a la clínica a cortarle las uñas y acompañé lo que pude a Caro mientras Amalia era pequeña, nos unimos mucho, pues eramos las únicas con hijos. Cuando Amalia tenía como 1 año o dos, Caro tuvo que viajar a Estados Unidos como parte del compromiso que había adquirido con el doctorado, tenía que irse sola, sin Amalia. Cuando pienso en eso, aún hoy después de 5 años me dan ganas de llorar, al recordar el dolor que tuvo que enfrentar de dejar a su bebé, que quedaba en las mejores manos y la estuvo visitando constantemente, pero no estar en el día a día de Amalia fue algo muy duro para ella. A pesar de todo, Carolina mostró su fortaleza y convicción de que estaba haciendo lo mejor para ella y su familia aunque implicara este sacrificio. Caro terminó su doctorado el año pasado, lo celebró con su esposo y sus hijos Amalia y Agustín, después de más o menos 6 años de constante trabajo, investigación y esfuerzo. Obtuvo muchos reconocimientos en su tesis de doctorado, obtuvo la mención Magna Cum Laude y hasta salió en el periódico. Pero para mí, este gran esfuerzo, este logro, este reconocimiento no es nada comparado a lo que ha vivido Caro con Amalia. Seguir leyendo