Esta tarde fui a comprar el regalo de cumpleaños de uno de los mejores amigos de mi hijo (el mejor). Un niño muy especial, al cual mi hijo adora y quería comprarle algo que le gustara y que no fuera ‘un juguete más’, sino algo que le dure mucho tiempo y que pueda estar en un lugar especial de su habitación. En medio de esta búsqueda del regalo, recordé una reflexión que hago siempre que voy a un cumpleaños infantil…
Pareciera que ultimamente, gracias a la sociedad de consumo y todos sus efectos, el amor entre personas se define según el regalo que se de, y esto en función de dos variables: el precio y el tamaño. Eso quiere decir que el que te de el regalo más costoso y más grande, es el que más te quiere. Cuando uno ve en una fiesta el lugar donde están los regalos, se ven paquetes tan grandes, que muchas veces, son hasta más grandes que el mismo niño y dentro de poco, vamos a tener que contratar un camión de mudanzas para llevar los regalos que le dan a nuestro hijo en su fiesta. Cuando llegan los invitados a los cumpleaños, se ven paquetes enormes de regalos gigantes, que como les digo, pareciera que ese niño quiere demasiado al cumpleañero, pues el regalo es gigante y seguramente de un precio muy alto. Luego del cumpleaños, el niño quiere abrir todos los regalos a la vez, obviamente, y se llena de una cantidad enorme de juguetes nuevos, que no sabe ni cual abrir, ni con cual jugar, pues es tanto que abruma. Termina jugando con uno de tantos, pensando en los otros que también quiere abrir, y sin disfrutar verdaderamente ninguno. Como una indigestión de regalos.
No se en que momento los cumpleaños se volvieron una competencia a quien da el regalo más costoso o más grande, y las mamás mandan a alguien a comprar un regalo que valga $X dinero, lo que sea con tal de quedar bien, cuándo fue que dejamos realmente de pensar en que le gustaría a esa persona, que lo haría feliz, que disfrutará bastante, que importa que valga más o menos, pero que ese regalo, que es nuestra manera de celebrar su vida, lleve realmente el amor que pusimos en buscarlo. No importa que el empaque sea grande o pequeño, no importa que cueste mucho o cueste poco, creo que la importancia la debe tener el amor que le ponemos al regalo y con el gusto que lo damos. Y que pesar que los niños aprendan que son más valiosos los regalos grandes o costosos, cuando es tan importante y tan lindo los pequeños detalles, una tarjeta, un dibujo, un abrazo.
Y como sugerencia para las mamás de los niños que cumplen años, no abrir todos los regalos al tiempo, pues no disfrutan ninguno, mejor guardarlos e irlos sacando poco a poco, para que realmente los niños no se saturen y valoren sus juguetes. Lo hice con el último cumpleaños y funcionó de maravilla (todavía tengo algunos sin abrir).