Esto de la maternidad/paternidad es maravilloso, yo todos los días me sorprendo. Cada día estoy más rodeada de personas que estan viviendo esta experiencia tan bonita y puedo vivir o escuchar sus historias, sensaciones, emociones. Y una de las cosas que más me gusta de este mundo de ser padres es la capacidad de alegrarnos con cosas súper simples. Y es que los adultos decimos que los niños son hermosos porque todo el tiempo se sorprenden y nos enseñan a volver a sorprendernos con cosas tan simples como un ave en el cielo, un sonido de la naturaleza, un ruido extraño, el movimiento de las ramas de los árboles con el viento. Pero lo que no nos damos cuenta es que esa capacidad de sorpresa es contagiosa y terminamos nosotros los papás llenandonos de emoción por cosas tan simples que antes ni imaginamos que importaran. Que salió un diente, que sonrió por primera vez, que dijo pá, que me dio un abrazo, que dio un pasito, que dio otro más, que comió sopa, que cogió el tetero solo, que pudo soplar la vela de su primer cumpleaños, que sabe una canción, que pudo escribir su nombre, que se le cayó un diente, que montó en bicicleta. Cualquier cosa, mientras más pequeña y más insignificante para el resto de la humanidad sea, más importante es para nosotros y nos llena por completo el corazón. Cada papá o mamá tiene su historia para contar o su foto para publicar. Y nos llena de orgullo como si fuera el gol de James o la llegada del hombre a la luna. Y ahora somos nosotros los que nos sorprendemos, los que nos maravillamos y los que nos llenamos de emoción con las cosas simples de la vida. Un regalo de nuestros hijos, poder abrir los ojos y ser feliz con lo simple. Y todo esto lo escribo porque hoy mi sobrino aprendió a chupar liquido a través de un pitillo y estoy feliz. Y sus papás más.
