Cuando uno tiene hijos se olvida de uno. Es como una abalancha de tareas, todo el tiempo tu bebé te necesita, hay que alimentarlo, cambiarlo, ayudarle a dormir, se despierta cada tres horas, llora y uno no entiende que será lo que le pasa, viene gente a visitarte, y entre el bebé, las visitas, la nueva rutina que llegó sin uno estar preparado (por muchos cursos prenatales que uno haga, no se imagina todo lo que será sino hasta vivirlo), uno se olvida de uno. Y como la vida sigue así, el bebé con sus necesidades, el trasnocho, el cansancio, la adaptación a esa nueva dinámica familiar, etc, uno se acostumbra y cree que la vida ya es así. Me acuerdo la angustia que me daba al pensar que había perdido mi vida para siempre. Afortunadamente tuve amigas que me decían que eso no iba a ser así siempre. No podía sentarme a comer tranquila, bañarme, o arreglarme sin que hubiera alguna interrupción, y ni se diga de otras cosas de «lujo» como por ejemplo ir a la peluquería, estar con las amigas o hacer una siesta. Porque con un bebé pequeño, hasta ir al mercado se vuelve un momento añorado y casi imposible. Seguir leyendo
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La importancia del ejemplo
Hace poco vi en internet una frase que me impactó mucho. No porque no sabía que fuera verdad, sino porque me puso a pensar en lo cierto que es:
Esto me puso a pensar en la importancia del ejemplo. Para los hijos el ejemplo de sus padres, es lo más importante de su vida, pues es la base de todo su comportamiento. Es impresionante, y todo lo copian, lo bueno y lo malo. Y como no somos perfectos, terminan copiando los comportamientos inadecuados que tenemos en situaciones de estress, impaciencia, cansancio, etc. No es fácil ser siempre como un manual de buen comportamiento para los hijos, y muchas veces es inevitable que aprendan nuestras actitudes negativas, las cuales algunas veces son difíciles de controlar. Pero creo que cuando empezamos a ser concientes de la manera en que reaccionamos en esos momentos de estress o de poca calma, y tratamos de ser más pacientes o controlados, no solamente crecemos como personas, sino también dejamos de ser un mal ejemplo para los hijos. También es importante reconocer los errores ante ellos y explicarles que nos equivocamos en ese momento. «Mira, la mamá estuvo un poco impaciente y por eso se puso muy brava, pero eso no está bien hecho y voy a tratar de que no vuelva a pasar», eso también les enseña que todos podemos equivocarnos y que es importante reconocer cuando uno se equivoca.
Cuando nuestros hijos tengan un comportamiento que no nos guste, pensemos de donde lo aprendió, tal vez no nos gusta porque es algo que odiamos de nosotros mismos (gritar, perder el control, etc). Entonces no los regañemos por haberlo hecho sino que enseñemosles de una manera más reflexiva que ese comportamiento es incorrecto, y tengamos presente no hacerlo nosotros.
En un libro que estoy leyendo, hay un parrafo muy cierto que ilustra esto: «No he conocido hasta el día de hoy un padre o una madre que no esté genuinamente interesado en inculcar valores a sus hijos, todos lo estamos, pero a menudo olvidamos que los hijos aprenden los valores de lo que los padres SOMOS, no de lo que DECIMOS. De manera que eso que quieres que tu hijo SEA, DEBES SERLO tú primero. Si quieres que tu hijo sea honesto, tú sé honesto; si quieres que tu hijo cuide su salud, tú cuida la tuya; si quieres que tu hijo sea compasivo, tú se compasivo; si quieres que tu hijo sea generoso, tú sé generoso.» (Tu hijo, Tu espejo, de Martha Alicia Chavez)
Por esto, aunque somos humanos y nos podemos equivocar (de hecho todos lo hacemos), hay que tener presente que tenemos uno o varios seres humanos en formación, aprendiendo y grabando cada paso que damos. Entonces que ese paso sea nuestro mejor paso, para así, hacer buenos individuos que no sólamente sean felices sino que puedan hacer felices a quienes los rodean.