Brindo por tí y por mí!

Afortunada o desafortunadamente con esta condición de madres, que a veces nos toma por sorpresa (así estemos planeando el embarazo por mucho tiempo), somos humanas. Esto significa que la mayoría del tiempo hacemos nuestro mejor esfuerzo por ser la mejor madre, por recargarnos infinitamente de paciencia, por cantar como Barney todo el día, por reirnos cuando el muchachito hizo el reguero en el piso, por respirar profundo cerrar los ojos, contar hasta 10 y hablar con una voz dulce como Blancanieves. Pero esa cualidad de humanidad trae consigo la condición especial que hace que en algunos (o muchos) momentos estemos cansadas, que hayamos dormido mal porque el hijo tuvo fiebre, que estemos estresadas por un proyecto, que estemos enregladas, que no nos provoque hacer recreación ni cantar, que no nos aguantemos el rebote de la pelota por la casa y que queramos dormir toda la tarde sin poder o sin importarnos que el niño tiene los ojos cuadrados de ver televisión. A veces pienso que Dios es muy arriesgado dandole niños a mamás que no sabemos ni pio de maternidad, que no hicimos curso ni tenemos diploma y que todos los días se presenta una nueva situación que muchas veces no sabemos manejar y en un gran pocentaje de ellas hacemos lo que no se debe. O sea, puro improvise. Seguir leyendo

Somos leonas

Cuando Dios hizo los mamíferos, o sea los que maman, nos hizo producir una hormona, la oxitocina que hace que sintamos apego a nuestros hijos y ellos a nosotros. Esto porque un bebé mamífero no puede sobrevivir los primeros días, meses o años de vida sin el alimento y el cuidado de su mamá. Todo esto de la hormona, de la mamada (o sea dar leche), y del cuidado del bebe hace que todos los mamíferos, incluyendo a nosotros los humanos, nos conectemos con un instinto realmente animal que busca proteger a nuestras crías.

No es sino ver una perra con perritos recien nacidos, o cualquier mamífero con sus pequeñas crías, así sea la criatura más calmada puede volverse agresiva y atacante frente a un posible riesgo en sus hijos. O a veces sin mucho riesgo, simplemente no queremos que nadie se les acerque. Seguir leyendo

Si no eres mi hijo no me digas mamá…

Cuando entras al mundo de la maternidad, o sea, cuando tienes tu primer embarazo o nace tu primer hijo empiezas a escuchar que mucha gente te empieza a llamar «mamá».  Al principio a uno le suena divino porque está estrenando y por lo general los que más lo dicen son el personal de la salud: «Mamá, ponte la batica» (casi siempre el mamá viene acompañado de palabras en diminutivo),  «Mamá, debes hacer esto o aquello», «Mamá así debes bañar al bebé…». Mamá por aquí y mamá por allá y uno feliz que le digan mamá, suena como si te dijeran «campeón» o algo súper chévere… Seguir leyendo

El primer año de una mamá

El primer año de un niño, es también el primer año de una mamá. Y es así, porque cuando eres mamá vuelves a vivirlo todo. Ahora con toda la conciencia y con toda las emociones posibles. Quiero compartir un comercial que hizo Pampers en Japón con ayuda de los papás, para reconocer todo el esfuerzo que hace una mamá en el primer año de vida de un hijo. Es hermoso, lloré al verlo! (Hay que ponerle subtitulos para entender)

Ser mamá para cambiar el mundo…

Ser mamá en esta época hace que muchas veces nos cuestionemos sobre la responsabilidad de esta decisión… Traer niños a este mundo tan violento??, tan contaminado..? dónde los recursos cada vez son más escasos, donde hay enfermedades, tristeza, historias que no somos ni siquiera capaces de escuchar, donde hay otros niños que están solos, sufriendo, donde importa más el dinero o los intereses particulares que las personas…, traer niños a este mundo… Para qué?
Varias veces me he preguntado eso, el mundo que me tocó no es el mismo que le tocó a mis abuelos, y ahora tengo un par de niños que tengo que enseñar a vivir, a sobrevivir y a ser felices pese a las cosas negativas que vemos cada día… que dificil puede ser…

Hace algunos días veía un capítulo de una de mis series favoritas y había una embarazada muy preocupada, analizando todos estos factores, muy temerosa de el mundo que le iba a tocar a su bebé, en la serie se le acerca una persona y le dice algo que me quedó sonando mucho: Somos mamás en este mundo porque podemos hacer la diferencia, porque en nuestras manos está criar personas que puedan vivir, adaptarse y ayudar a que el mundo sea un lugar mejor. He pensado mucho en eso, pues muchas veces me he preguntado y me he sentido «víctima» del mundo actual. A partir de esa reflexión, he comenzado a pensar diferente: tenemos en nuestras manos, las herramientas para hacer que el mundo pueda cambiar. Cada mamá con cada hijo es un granito de arena, que podemos cambiar y crear una masa crítica que ayude a que el camino de deterioro del planeta y de la humanidad cambie y mejore, y no sea un mundo peor sino un mundo mejor. También me he dado cuenta que nosotros y nuestros hijos somos una generación de guerreros que tenemos, que los vamos a preparar para luchar por salvar el planeta, que no nos vamos a conformar con que todo siga igual, con los cuentos que nos han «echado» y nos hemos creído, somos una generación más sensible, rebelde e inconforme. No comemos cuento fácilmente. Cada vez estamos sembrando más la semilla del cambio, de proteger el medio ambiente, de ser conciente de los sentimientos y de las necesidades de las otras personas, de cuidar nuestro cuerpo, de cuidar nuestro espiritu, de ayudar a los otros como el mejor camino para ser felices, de migrar de lo individual a lo colectivo, de que el bien común nos hace felices y de que en nuestras manos está enderezar el camino torcido, y hacer que muchas generaciones puedan vivir felices y tranquilas en este planeta.

Es un reto muy grande pero se que ya no somos víctimas de la circunstancias, somos el agente de cambio que puede hacer que la vida en este planeta sea cada vez más feliz, que vivamos en armonía y en libertad. En nuestras manos de mamás está la labor más importante del mundo, preparar a las futuras generaciones para enfrentar esa misión tan importante que tienen, para ser el cambio, para que sean concientes de esa misión. Todo esto no se logra mandandolos a un buen centro educativo, está en enseñarles por medio del amor y de la experiencia de cada día a ser personas buenas, sensibles y generosas. He entendido que mi labor como mamá y la de todas las mamás del mundo es la más importante para que el mundo cambie y pueda ser un mejor lugar para la felicidad de todos.

Vivir a la carrera…

Hoy me llegó un artículo como un regalito, lo escribió una maestra llamada Rachel Macy Stafford y se llama «El día en que dejé de decir date prisa». Me hizo pensar mucho en la manera como vivimos actualmente, pues últimamente me he dado cuenta de que estoy cansada de vivir a la carrera. Así nos mantenemos la mayoría de los padres, siempre apretados de tiempo, de un sitio para otro, no dejamos a los niños ni respirar, es como si estuvieramos arriando ganado, arreglate, no cojas eso, es hora de salir, no te distraigas…. Definitivamente los niños son maestros, y hay que aprender de ellos a vivir tranquilos, hay que dejarlos tomarse su tiempo, mirar las hojitas, las nubes, ponerse el cinturón del carro sin afán. Quiero dejar de vivir a la carrera, dejar de acosar a mis hijos, que ellos puedan tomarse su tiempo. Espero que este artículo sirva a otros para reflexionar:

El día en que dejé de decir «date prisa»

Cuando estás viviendo una vida apretada, cada minuto cuenta. Sientes que deberías tachar algo de la lista de cosas pendientes, mirar una pantalla, o salir corriendo hacia el siguiente destino. Y no importa en cuántas partes dividas tu tiempo y atención, no importa cuántas tareas trates de hacer a la vez, nunca hay suficiente tiempo para ponerse al día.

Esa fue mi vida durante dos años frenéticos. Mis pensamientos y acciones estaban controlados por notificaciones electrónicas, melodías para el móvil y agendas repletas. Y aunque cada fibra de mi sargento interior quería llegar a tiempo a todas las actividades de mi programa, yo no.

Verás, hace seis años, fui bendecida con una niña relajada, sin preocupaciones, del tipo de quienes se paran a oler las rosas.

Cuando tenía que estar ya fuera de casa, ella estaba ahí, toda dulzura, tomándose su tiempo para elegir un bolso y una corona con purpurina.

Cuando tenía que estar en algún sitio desde hacía cinco minutos, ella insistía en intentar sentar y ponerle el cinturón de seguridad a su peluche.

Cuando necesitaba pasar rápidamente a comprar un bocadillo en Subway, se paraba a hablar con la señora mayor que se parecía a su abuela.

Cuando tenía 30 minutos para ir a correr, quería que parase la sillita para acariciar a cada perro con el que nos cruzábamos.

Cuando tenía la agenda completa desde las seis de la mañana, me pedía que le dejase cascar y batir los huevos con todo cuidado.

Mi niña despreocupada fue un regalo para mi personalidad de tipo A, orientada al trabajo, pero yo no lo vi. Oh no, cuando tienes una vida apretada, tienes visión de túnel – solo ves el siguiente punto en tu agenda. Y todo lo que no se pueda tachar de la lista es una pérdida de tiempo.Cada vez que mi hija me desviaba de mi horario, me decía a mí misma: «No tenemos tiempo para esto». Así que las dos palabras que más usaba con mi pequeña amante de la vida eran: «Date prisa».

Empezaba mis frases con esas dos palabras.

Date prisa, vamos a llegar tarde.

Y las terminaba igual.

Nos lo vamos a perder todo si no te das prisa.

Comenzaba el día así.

Date prisa y cómete el desayuno.

Date prisa y vístete.

Terminaba el día de la misma forma.

Date prisa y lávate los dientes.

Date prisa y métete en la cama.
Y aunque las palabras «date prisa» conseguían poco o nada para aumentar la velocidad de mi hija, las pronunciaba igualmente. Tal vez incluso más que las palabras «te quiero».

La verdad duele, pero la verdad cura… y me acerca a la madre que quiero ser.

Entonces, un día trascendental, las cosas cambiaron. Habíamos recogido a mi hija mayor del cole y estábamos saliendo del coche. Como no iba lo suficientemente deprisa para su gusto, mi hija mayor le dijo a su hermana: «Eres muy lenta». Y cuando se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro exasperado, me vi a mí misma – la visión fue desgarradora.

Yo era una matona que empujaba y presionaba y acosaba a una niña pequeña que sólo quería disfrutar de la vida.

Se me abrieron los ojos, vi con claridad el daño que mi existencia apresurada infligía a mis dos hijas.

Aunque me temblaba la voz, miré a los ojos de mi hija pequeña y le dije: «Siento mucho haberte metido prisa. Me encanta que te tomes tu tiempo, y me gustaría ser más como tú».

Mis dos hijas me miraban igualmente sorprendidas por mi dolorosa admisión, pero la cara de mi hija menor tenía un brillo inconfundible de validación y aceptación.

«Prometo ser más paciente a partir de ahora», dije mientras abrazaba a mi pequeña, que sonreía con la promesa de su madre.

Fue bastante fácil desterrar las palabras «date prisa» de mi vocabulario. Lo que no fue tan fácil era conseguir la paciencia necesaria para esperar a mi lenta hija. Para ayudarnos a las dos, empecé a darle un poco más de tiempo para prepararse si teníamos que ir a alguna parte. Y a veces, incluso así, todavía llegábamos tarde. En esos momentos me tranquilizaba pensar que solo llegaría tarde a los sitios unos pocos años, mientras ella fuese pequeña.

Cuando mi hija y yo íbamos a pasear o a la tienda, le dejaba marcar el ritmo. Y cuando se paraba para admirar algo, intentaba quitarme la agenda de la cabeza para simplemente observar lo que hacía. Vi expresiones en su cara que no había visto nunca antes. Estudié los hoyuelos de sus manos y la forma en que sus ojos se arrugan cuando sonríe. Vi cómo otras personas respondían cuando se paraba para hablar con ellos. Observé cómo descubría bichos interesantes y flores bonitas. Era una observadora, y aprendí rápidamente que los observadores del mundo son regalos raros y hermosos. Ahí fue cuando por fin me di cuenta de que era un regalo para mi alma frenética.

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Mi promesa de frenar es de hace casi tres años, y al mismo tiempo empezó mi viaje para dejar de lado la distracción diaria y atrapar lo que de verdad importa en la vida. Vivir en un ritmo más lento todavía requiere un esfuerzo extra. Mi hija pequeña es el vivo recuerdo de por qué tengo que seguir intentándolo. De hecho, el otro día, me lo volvió a recordar.

Habíamos salido a dar un paseo en bicicleta durante las vacaciones. Después de comprarle un helado, se sentó en una mesa de picnic para admirar con deleite la torre de hielo que tenía en la mano.

De repente, una mirada de preocupación cruzó su rostro. «¿Tengo que darme prisa, mamá?»

Casi lloro. Tal vez las cicatrices de una vida acelerada no desaparecen por completo, pensé con tristeza.

Mientras mi hija me miraba esperando a saber si podía tomarse su tiempo, supe que tenía una opción. Podía sentarme allí y sufrir pensando en la cantidad de veces que le había metido prisa a mi hija en la vida… o podía celebrar el hecho de que hoy intento hacer algo distinto.

Elegí vivir el hoy.

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«No tienes que darte prisa. Tómate tu tiempo», le dije tranquilamente. Su rostro se iluminó al instante y se le relajaron los hombros.

Y así estuvimos hablando de las cosas de las que hablan las niñas de seis años que tocan el ukelele. Incluso hubo momentos en que nos sentamos en silencio simplemente sonriendo la una a la otra y admirando las vistas y sonidos que nos rodeaban.

Pensé que mi hija se iba a comer toda la maldita cosa – pero cuando llegó al último pedazo, me pasó la cuchara con lo que quedaba de helado. «He guardado el último bocado para ti, mamá», me dijo con orgullo.

Mientras el manjar saciaba mi sed, me dí cuenta de que había hecho el negocio de mi vida.

Le di a mi hija un poco de tiempo … y, a cambio, ella me dio su último sorbo y me recordó que las cosas son más dulces y el amor llega con más facilidad cuando dejas de correr por la vida.

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Ya se trate de …

Tomarse un helado

Coger flores

Ponerse el cinturón de seguridad

Batir huevos

Buscar conchas en la playa

Ver mariquitas y otros bichos

Pasear por la calle

No diré: «No tenemos tiempo para esto». Porque básicamente estaría diciendo: «No tenemos tiempo para vivir».

Hacer una pausa para deleitarse con los placeres simples de la vida es la única manera de vivir de verdad.

(Confía en mí, he aprendido de la mejor experta del mundo.)

12 maneras de ser la madre más mala del mundo

Este artículo fue publicado en la página familias.com y me pareció muy interesante… creo que muchas veces los hijos nos dicen que somos malas mamás, personalmente los míos me dicen cosas como «tu eres muy grosera con los niños», o «tu nos regañas y nos molestas mucho» y yo les digo: ese es mi trabajo como mamá, molestarlos para que sean niños educados, buenos e independientes y siempre lo seguiré haciendo hasta que sean grandes y después también…. espero que les sirva el artículo

Cuando tus hijos te dicen que eres “mala”, debes de tomarlo como un cumplido. No cedas a los caprichos de tus hijos, pueden pensar lo peor de ti ahora, pero te lo agradecerán más tarde.

Una vez, después de ir de compras, salí de la tienda sin ceder a la rabieta de mi hija por una galleta. Una mujer me detuvo en el estacionamiento y me dijo que era la mejor madre en el centro comercial. Mi hija definitivamente no pensaba lo mismo. Cuando tus hijos te dicen “mala” tómalo como un cumplido.

La nueva generación ha sido considerada la de los niños más perezosos, más groseros, menos limitados y sin restricciones en la historia. Las cosas que se dicen sobre los niños malcriados y consentidos asustan a la mejor de las madres. La verdad es que: la culpa no es solo de los niños, sino también de los padres. Lo más fácil en la vida es acceder a todos los pedidos de nuestros hijos. Después de todo, ¿acaso no todas queremos ser la mamá “buena onda”? No cedas a los caprichos, tus hijos pueden pensar lo peor de ti ahora, pero te lo agradecerán más tarde.

Aquí hay 12 maneras para que te asegures de ser la madre más mala del mundo:

1. Asegúrate de que tus hijos se acuesten a dormir a una hora razonable. ¿Sinceramente habrá alguien que no haya oído hablar de la importancia de una buena noche de sueño para la salud de un niño? Sé una madre responsable y manda a tu hijo a la cama a su hora. Nadie dijo que el niño deba desear irse a dormir. Puede resistirse al principio, pero con constancia, va a saber que estás hablando en serio. Después de darle un beso de buenas noches, saborea la paz que trae el silencio o disfruta de tiempo de calidad con tu pareja.

2. No les sirvas postre a tus hijos todos los días. Las golosinas deben guardarse para ocasiones que lo ameriten. Esto es lo que las hace especiales. Si solo cedes a las demandas de tu hijo y le das caramelos todo el tiempo, no va a poder apreciar el gesto cuando alguien le ofrezca un regalo dulce de recompensa. Además, piensa en todas las facturas del dentista y del médico que pueden resultar por el exceso de esta indulgencia.

3. Hazles pagar por sus propias cosas. Si quieres algo, tienes que pagarlo. Esa es la forma en que funciona la vida de los adultos. Para asegurarte de que tus hijos no vivan contigo para siempre, es necesario enseñarles hoy que los aparatos electrónicos, videojuegos, salidas al cine, uniformes y equipos deportivos de los que tanto gozan SI tienen un precio. Si tienen que pagar por todo o por parte de ese costo, van a apreciarlos todavía más. También puedes evitar pagar por algo que tu hijo realmente no deseaba. Si él no está dispuesto a pagar la mitad que le corresponde es muy probable que no lo quiera tanto.

4. No les facilites la vida. Algunos niños tienen un despertar muy difícil cuando consiguen un trabajo y se dan cuenta de que las reglas en realidad sí se aplican a ellos. Tienen que llegar a tiempo y hacer lo que el jefe les pide. Y, (¡oh no!) habrá muchos aspectos del trabajo que ni siquiera les gustan. Si no te agrada el profesor de tu hijo, su compañero de laboratorio, la posición asignada en el campo de fútbol o la ubicación de la parada de autobús, evita la tentación de hacer un escándalo o de mover palancas con tus contactos hasta arreglar la situación a su preferencia. Haciendo esto le estarás robando a tu hijo la oportunidad de aprender o sacar algo bueno de una situación difícil. Enfrentar circunstancias no ideales es algo que tendrán que hacer la mayor parte de su vida adulta. Si los niños no aprenden a manejar y sobrellevar la situación, estarán encaminados al fracaso.

5. Hazlos hacer cosas difíciles. No asumas control automáticamente cuando las cosas se ponen difíciles. Nada les da a tus hijos un mayor impulso de auto-confianza que tomar las riendas de la situación y superar algo difícil para ellos.

6. Dales un reloj y un despertador. A tu hija le irá mucho mejor si aprende la responsabilidad de administrar su propio tiempo. No siempre vas a estar ahí para recordarle que apague el televisor y que debe prepararse para salir y llegar a su compromiso a tiempo.

7. No te preocupes por comprarles el último modelo. Enséñales a tus hijos a sentir gratitud y satisfacción con las cosas que tienen. Si siempre se preocupan por obtener el celular más caro y más nuevo estando al pendiente de quién ya lo tiene, vivirán encadenados a la deuda y a la infelicidad.

8. Déjalos saborear las pérdidas. Si tu niño rompe un juguete, no lo reemplaces. Él aprenderá una valiosa lección sobre el cuidado de sus cosas. Si tu hijo se olvida de entregar la tarea a tiempo, deja que se saque la mala nota que le corresponde o que se arregle con su maestro con una tarea adicional para compensar el crédito perdido. Estás enseñando a tus hijos el concepto de la responsabilidad – acaso no quieres criar hijos responsables? Seguro que ellos te recuerdan de las cosas que se te olvidan a ti.

9. Toma control de la tecnología que usan. Si todos los demás padres dejan a sus hijos saltar de un puente, ¿tú también lo permitirías? No dejes que tus hijos vean un programa de televisión o jueguen videojuegos que no son apropiados para su edad sólo porque todos sus amigos lo han hacen. Si adoptas una postura firme en la educación de tus hijos, otros tal vez seguirán tu ejemplo. Sé una influencia positiva en sus compañeros.

10. Enséñales a que se disculpen. Si tu hija hace algo mal, enséñale a aceptar y confesar el error y a enfrentar las consecuencias. No escondas la grosería, la falta de honradez o el bullying bajo la alfombra. Si te equivocas, da el ejemplo y come un bocado de tu merecida torta de humildad.

11. Cuida sus modales. Incluso los niños pequeños pueden aprender los conceptos básicos de cómo tratar a otro ser humano con respeto y dignidad. Al hacer de la cortesía un hábito, les estarás haciendo un favor enorme. Los buenos modales pueden llevarte bastante lejos en la vida. Bien dice el dicho: «Se atrapan más moscas con miel que con vinagre.»

12. Hazlos que trabajen — de forma gratuita. Ya sea ayudando a la abuela en el jardín o como tutor voluntario para los niños más pequeños, asegúrate de que el prestar servicio sea una parte importante de la vida de tus hijos. Esto les enseña a mirar más allá de sí mismos y a darse cuenta de que otras personas tienen necesidades y problemas, y estos son — a veces más graves que los suyos.

Y aún con todo el tiempo que pasarás siendo “la mala”, no olvides elogiar, alentar y recompensar a tus hijos por su buen comportamiento. Y también asegúrate siempre de que ellos sepan que los amas. Con un poco de guía y constancia de sus padres, tus niños pueden cambiar la historia y hacer de su generación una que se conozca por su buena voluntad y como una esperanza para el mundo.

Artículo traducido y adaptado al español por Miriam Aguirre del original en inglés 12 ways to be the meanest mom in the world de la autora Megan Wallgren

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Los milagros son regalos de Dios…

Esta es la historia de una niña muy muy hermosa, que desde pequeña nació inundada de instinto maternal. Sus juguetes eran bebés, y hasta cuando ya no se usaba, pedía como regalo de navidad más y más bebés. Desde pequeña amó cuidar los bebés, practicó con sus primitos (tuvo muchos) y le encantaba cuidarlos, jugar con ellos, cantarles, arrullarlos, y cada vez más su corazón de mamá crecía y crecía. Dios la miraba desde el cielo y sonreía. Luego llegaron sus sobrinos. Sin creer que podía amar más, los quiso como hijos desde el momento en que nacieron y se convirtió en su segunda mamá, con ninguna diferencia de la mamá real, con el mismo amor, el mismo cariño, la misma dedicación.
Desde que Dios vio sus instintos y cualidades como mamá, empezó a buscar cuidadosamente cual podría ser el papá perfecto para sus hijos. Hizo una búsqueda muy grande, pensando en alguien que la quisiera mucho, que tuviera una familia hermosa, y que sin saberlo, tuviera todas las características para ser un gran papá. Se conocieron y tuvieron que pasar grandes obstáculos para que creciera un amor muy grande y fuerte, el que se necesita para crear una familia.
Poco después, un día cualquiera, esta niña que ya era grande, sintió un dolor muy fuerte y tuvo que ir donde el médico. Después de hacerse algunos exámenes y procedimientos, el médico le dijo que para ella iba a ser díficil tener hijos, que debía estar preparada para un largo tratamiento y que debía hacerlo rápido aprovechando que todavía era jóven. A pesar de esto, ella nunca perdió la fe y Dios nunca dejó de sonreír, pues para el no hay nada imposible.
Un día, el menos esperado posible, esta hermosa mujer se sintió extraña, no sabía que le pasaba pero lo que sentía no era normal. A pesar de que sabía que era casi imposible, se hizo una prueba y descubrió que iba a ser mamá. Al principio se asustó mucho pues no estaba preparada para esto, pero después de uno o dos instantes, se dio cuenta que Dios le había mandado un regalo maravilloso. Lo mismo sucedió con el papá de este pequeño bebe, y los dos se pusieron muy felices de recibir esta gran noticia.
El médico dijo que era un milagro y toda la familia estuvo feliz al saber la noticia de este especial bebe. La niña que ahora iba a ser mamá, no se sorprendió, ella sabía desde pequeña que algún día iba a ser la mejor mamá del mundo.

Amo la cirugía de tubitos de ventilación

Hoy me encontré con una amiga un poco preocupada porque a su hijo mañana le harán la cirugía de tubitos de ventilación en los oidos y adenoides. Al contarme traté de ayudarle un poco con su temor, diciendole que es lo mejor que nos ha pasado en nuestra casa. Y no fue por consolarla, realmente lo es.

Todo empezó con la entrada a la guardería. El hijo mayor trae todos los virus que se encuentra a su paso, di tu, como un imán. Y el pequeño, en este caso (o en esta casa) de 6 meses se los chupaba toditos. Como consecuencia, tuvimos aproximadamente 6 otitis en promedio per capita infantil en el hogar en aprox. 3 meses. Y con esa tasa de bichos, no hay antibioticos suficientes, no hay cuerpo que aguante tanto antibiótico y el bolsillo de los papás se ve seriamente afectado (más dinero en medicamentos que en la misma guardería). Además los niños experimentaron todos los antibioticos posibles y existentes, hasta llegar a hospitalización en casa. Pueden creer, un niño de 2 años con un cateter permanente durante 7 días y un bebe de 8 meses con un cateter y apenas empezando a gatear….. eso parte el alma!

Hasta que llegó la maravillosa noticia de que no había más remedio que operar a los niños (y literalmente no había más remedio)…

La cirugía fue nada mas y nada menos que el día de la madre, alguna jugada de la vida para que yo hiciera mi papel de madre con «todos los juguetes». No fue tan duro entregarlos al quirófano por dos razones: La primera, amé a la Doctora que los operó (Maria Isabel Hernandez) y se los entregué con una gran confianza. La segunda, no podía demostrar ninguna emoción pues mientras operaban a uno yo estaba con el otro bebe…

La cirugía fue corta y el resultado maravilloso. No más otitis, las gripas duran poco y no volvimos a comprar antibióticos en el hogar. Espero que se demore bastante para caerseles los tubitos y no entiendo porque no se los pusieron antes, es una bendición!