Ser una madre que se queda en casa es un lujo… ¿pero para quién?

Este artículo fue adaptado por la bloguera Candela Duato en uosocl.com y me encantó… y fue escrito por Chaunie Brusie en Babble.

Hace algunos días, leí un artículo en el Washington Post acerca de una madre que era ama de casa y que estaba teniendo problemas para responder a la siempre popular pregunta: “¿Y qué haces todo el día?” ahora que sus hijos van a la escuela.

Es un tema que ha dado vueltas por mi mente últimamente mientras veo desconcertada cómo mis hijos insisten en crecer a una rapidez que claramente no estaba en las claúsulas del contrato cuando decidí ser madre. Miro a la más pequeña – una niña de siete semanas – y juro que mi mente ya está puesta en el día en que (mañana, probablemente) me estaré despidiendo de ella con un beso en su frente en su primer día de jardín infantil.

Pero volviendo a lo que nos llama. Mientras leía el artículo, revisé la sección de comentarios, anticipando que habrían algunos tontos comentarios en que alguna madre que se queda en la casa y que, básicamente, proclamaría no sentir culpa por hacer absolutamente nada en todo el día, cuando me encontré con este comentario realmente notable:

“Trabajo a jornada completa, y mi marido se queda en casa. Tenemos dos hijos que van a la escuela todo el día (de 8 am a 3 pm). ¿No se dan cuenta de lo mucho que facilita mantener un trabajo a jornada completa cuando tienes a alguien en casa con los niños? Puedo trabajar hasta tarde, y viajar cuando lo necesito sin tener que preocuparme por ellos. Los fines de semana son relajados, no tenemos que estar corriendo para hacer trámites y tareas de la casa. Puedo volver a trabajar el lunes siguiente habiendo realmente descansado el fin de semana. Es un lujo para MÍ el tener un esposo que se quede en casa.”

Quedé atónita.

Perpleja porque en todos mis años siendo una escritora/madre que se queda en casa, siempre he estado peleando contra el sentimiento de que no estoy haciendo lo suficiente o siendo lo suficiente. Siempre sentí, honestamente, que le debía al mundo algún tipo de explicación por estar en casa. Que he tenido que vivir con el hecho de que como yo decidí quedarme en casa, mi familia tiene que hacer sacrificios – como no tener ¡televisión por cable! He sentido la necesidad de hornear pasteles para que le mundo sepa que no soy un miembro inútil de la sociedad.

Y en medio de toda ese desorden mental y culpa, nunca se me pasó por la cabeza que quedarme en casa no era un “lujo” solo para mí… Es también un lujo para mi esposo. Y de repente, cuando leí esas palabras, todo me hizo sentido. Evidentemente es un lujo para el cónyuge que trabaja fuera de casa el tener un compañero que se quede en casa con los niños. Alguien que siempre está ahí para encargarse de los inevitables días de enfermedades, hacer las citas con los doctores, asegurarse de que las despensas estén llenas e incluso asegurarse de que nadie robe el paquete que el cartero dejará en la entrada de la casa.

Y luego – ¡bendito sea! – tener a alguien que te ahorre la preocupación de tener que preparar a tus hijos para el mundo. Alguien que siempre esté ahí para besar la rodilla de tu hijo cuando se haga una herida o encargarse de que aprenda a ir al baño e incluso, alguien que te espere con un plato caliente de comida cuando llegues a casa.

Imagina eso.

Me di cuenta, en un brote de asombro, que he pasado la mitad de mi matrimonio sintiéndome un poco culpable por ser a la que “le toca” quedarse en cama. He intentado alejar la vergüenza de quedarme acurrucada en mi agradable cama en la mañana mientras mi esposo marchaba por la nieve para ir a trabajar, y he sentido la absurda necesidad de llenar mis días con un millón de actividades para enumerárselas a mi marido cuando llegara a casa en un intento de convencer (¿a quién realmente? Más que a nadie, a mi misma…) de que era “productiva.” Me di cuenta, por primera vez en la vida, que no tengo nada que demostrarle a nadie. Que me he estado  esforzado tanto para trabajar desde mi casa, siempre preocupada de tenerla limpia, y a la vez logrando hacer todas las actividades relacionadas a la educación de mis hijos porque era mí tarea.  Y debía hacerlo bien ya que mi esposo estaba trabajando. Por todas estas cosas nunca pensé que el estar en casa con nuestros hijos podría ser, de hecho, un regalo para mi esposo.

Hoy escribo las palabras de este artículo en una de esas raras mañanas “libres”, cortesía de mi esposo ya que se tomó un día libre de la oficina. Estoy sentada en un café, escribiendo durante las dos horas que tengo antes que deba amamantar a mi hija. Y, de hecho, acabo de llamar a mi marido, quien se ha ofrecido como voluntario para ser yo por el día – para que yo pudiera trabajar – para preguntarle lo que piensa sobre el tema y para saber si puedo incluirlo en esta entrega citándolo.

Al fondo escucho a mi hija llorando, a la de dos años subida en su pierna, y al de cuatro años cantando alegremente con todas sus fuerzas, habiendo recién llegado del parvulario. Vi la escena tal como la había dejado en la mañana – quedaban cuatro cargas de lavandería sin hacer desde el fin de semana, la casa estaba en un estado catastrófico, los huevos seguían cocinados sobre el sartén desde la hora del desayuno.Dulcemente, le pedí algo que citar – ¿alguna vez consideró que el que yo me quedara en casa era un regalo para él? “¡¿Qué?!” preguntó frenéticamente, con una desesperación haciéndose dueña de su voz. “No lo sé, ¿tengo que darte algo que citar en este momento? O sea, ella está llorando y yo estoy intentando cocinar los macarrones con queso y si pudiera tomarla en brazos quizás ella dejaría de llorar…” y se fue por otro sendero, al parecer, demasiado abrumado para terminar su pensamiento.

Sonreí – quizás de forma demasiado petulante. Porque creo que esa fue mi respuesta. Ser yo por un día no es tan fácil. Y que él estuviera ahí para que yo pudiese estar en otra parte trabajando… bueno, realmente fue un lujo. Y un regalo.

Original.

 

Decorando la casa para Halloween

Desde siempre me ha gustado hacer. Me encantan los trabajos manuales, y desde hace un par de años hemos decorado la puerta para Halloween. Este año mis hijos empezaron a preguntar desde antes que cómo la haríamos. Pensamos en ideas y Emilio dibujó varias alternativas. Entre esas escogimos una y la hicimos entre todos. Fue muy divertido y los niños disfrutaron mucho. También Emilio hizo varios dibujos de personajes de Halloween para colgar en la casa y que estuviera muy decorada. Aquí les comparto como nos quedó.

Halloween1

Halloween2

Tu decides…

Una de las cosas más retadoras de criar a dos chicos en edad preescolar es cuando ellos se empiezan a dar cuenta que son un ente independiente y como tal toman sus propias decisiones, eso empieza alrededor de los dos años… Y lo hacen para demostrar que ellos tienen el control, que ya no siempre hacen lo que quiere la mamá, así sea algo loco o ilógico, no importa la lógica, solo importa que la decisión vino de ellos. Empiezan con cosas como «no me quiero comer eso» o «esa ropa no me gusta» o no quiero tal cosa, no quiero tal otra, no, no y no!

Los papás empezamos a ofuscarnos y a perder la paciencia pues nos toca empezar a librar pequeñas batallas con los niños, de las cuales muchas veces salimos desgastados pues se vuelve una lucha de poderes en la que nadie sale ganando. Cuando mis hijos estaban en la guardería, aprendí una frase que me ha ayudado cantidades y me sirvió para voltear un poco las situaciones, dejando que los niños sientan que tienen el poder pero dentro de los límites que nosotros queramos como papás. Es la frase: Tu decides…

Cómo actuar cuando los niños quieren el poder?

1. Lo primero es entender que no es algo personal sino algo normal dentro de su proceso de desarrollo. Esto nos ayuda a que no nos de rabia o no nos ofusquemos. Ellos lo hacen porque están aprendiendo a ser autónomos e independientes, no porque quieran pelear con nosotros. Entonces a partir de esto, permanecer calmados (no es nada fácil).

2. Darles opciones para que ellos tomen la decisión y sientan que realmente se hizo lo que ellos quieren, pero las opciones no deben ser muchas (dos, máximo tres) y deben ser cosas que nosotros consideremos correctas. Por ejemplo: «Cual de estas dos camisetas te quieres poner?». Cuando no hay dos opciones, en casos en que tengan que hacer algo que no sea negociable, por ejemplo: «No me quiero poner zapatos!!», (el niño no puede salir descalzo a la calle) que esas dos opciones sean asumiendo que se pone los zapatos, en vez de decirle «ponte los zapatos», decirle, «cual zapato te quieres poner primero, el derecho o el izquierdo?»…, así, ellos toman la decisión pero dentro de los límites que nosotros como papás decidimos.

3. Comunicarles las consecuencias de sus decisiones: En niños más grandes, cuando ellos toman una decisión con la cual no podemos pelear, por ejemplo: «no quiero comer» (nosotros no podemos embutirles la comida por la fuerza), simplemente se les puede decir: «Tu eliges si quieres comer o no, pero ya sabes que si no comes, vas a tener hambre ahora y no puedes comer nada hasta la siguiente comida», o «Si sigues brincando ahí ya sabes que te puede aporrear y eso te va a doler», «Si te portas mal en el parque, vamos a tener que irnos porque estás molestando a otros niños»  y aquí es donde viene el Tú decides…. «Tu decides si quieres tener hambre o comer»,  «Tu decides si quieres estar en el parque o subir». Ahí el comportamiento y la consecuencia queda en manos de ellos y ellos saben que si siguen haciendo lo incorrecto, van a sufrir esa consecuencia.

4. Es importante tener en cuenta dos cosas:
Primero, la consecuencia (esto es lo que antes se llamaba castigo) debe ser lógica y relacionada con el mal comportamiento:

Ejemplos:
-No comer el almuerzo: No puede comer nada en la tarde hasta la comida, no puede comer dulce porque como no comió bien, le puede doler el estómago. Esto hay que explicarselos a ellos para que entiendan el porqué y la lógica.
-Pelear con otros o ser grosero: Se retira o se aisla porque le puede hacer daño a otros niños.

Esa consecuencia debe ser de acuerdo a la edad de los niños, en los más pequeños algo corto e inmediato, ellos todavía no tienen mucha noción del tiempo.

Segundo, hay que cumplir la palabra y ser firmes con lo que les dijimos, esto quiere decir que no vamos a «amenazarlos» con cosas demasiado grandes o que no podemos cumplir: «Si sigues comportandote así, te vas a quedar sólo en la casa!» (es imposible dejar a un niño pequeño solo en la casa). Y lo que decimos hay que cumplirlo, pues sino, perdemos credibilidad ante los niños y si que menos nos volverán a hacer caso más adelante.

En las últimas semanas he estado haciendo un curso de crianza en el colegio de mis hijos y he aprendido muchas cosas y he reforzado otras como esta. La verdad me ha funcionado mucho, y realmente la frase «tu decides» acompañado de las opciones correctas ha sido casi mágica con mis hijos.

«El pelo de mi mamá siempre huele rico, cuando yo lo huelo me dan ganas de comérmelo y me dan ganas de quedarme siempre al lado de mamá» – Pedro Angel, Sept 2014

Los niños en el colegio… y la mamá en la casa

Hace rato no escribo de mis experiencias personales… En estos últimos meses, mi vida y mis rutinas han cambiado un poco. Todo porque ya tengo a mis dos hijos en el colegio…

Pedro mi pequeño empezó el cole en Agosto. Como ya he contado en este blog, Pedro es un niño muy apegado a la mamá desde pequeño y eso no ha cambiado a pesar de que crezca. Al ser un niño tan apegado, ha sido como una sombra mía, muy amoroso y pendiente de mí. Por eso su entrada al colegio no solamente fue dura para el, sino también para mí. Estaba llena de ansiedad y de expectativas. Su entrada y adaptación a la guardería no fue fácil y por eso estaba llena de temor de que fuera a sufrir en este proceso… (La historia aquí: Una semana sin llorar en la guardería)

El primer día de colegio fue duro. Se quedó llorando (a los gritos) a pesar de que estuvimos un tiempo con el, esperando que se familiarizara con el salón. Me fui algo triste pero luego la profe me escribió que ya estaba tranquilo y feliz. Por la tarde Pedro llegó en el transporte del colegio, estaba feliz, me dijo que pasó deliciosísimo,  y que «tuve miedo y lo enfrenté». Los siguientes días fueron similares pero cada vez lloró menos. Siempre en las tardes regresa feliz y satisfecho. Creo que el hecho de quedarse solo y pasar rico le da una satisfacción gigante de poder lograr enfrentar sus miedos. Poco a poco hemos ido enfrentando pequeños retos para que el se sienta cómodo y tranquilo, con la ayuda de las profesoras y el personal del colegio, que nos han apoyado y han permitido que el niño tenga su proceso a su ritmo. Su hermano también ha sido un gran apoyo. En las mañanas lo acompaña al salón y eso le da seguridad. En el colegio se encuentra también con sus primos y amigos y eso hace que el se sienta súper grande. Todos los días llega con nuevas historias y me cuenta todo lo que aprende.

Para mí ha sido un poco raro estar sin los niños la mayor parte del día. Antes estaba con Pedro mucho rato en la mañana y volvía a recogerlo en la guarde al medio día. Ahora se van desde muy temprano y llegan casi en mitad de la tarde. Tengo mucho tiempo para mí y siento que lo estoy disfrutando. La hora del almuerzo es rara sin ningún niño y la casa se siente vacía. Me llena de emoción la hora en que llegan (miro el reloj contando cada minuto cuando falta poco), bajo a esperarlos y me muero de la felicidad cuando los veo, con su ropita y sus caritas sucias (signo de que pasaron rico), con sus ojos llenos de emoción, no paran de hablar, de contar historias, y yo me voy llenando, como recargando de una energía increíble, para sentarnos a hacer tareas o a pasar la tarde. Para Pedro ir al colegio es jugar fútbol. «Me fue bien, metí muchos goles o me fué mal, perdimos el partido». Para el, como para todos los niños el recreo es lo más importante.

Poco a poco me he ido acostumbrando a esta nueva rutina que me acompañará por muchos años. Tener tiempo para trabajar o hacer mis cosas sin interrupciones, almorzar sin los niños, poco a poco volviendo a ser «yo sin ellos». A veces siento como un huequito en el corazón y me hacen mucha falta, otras veces me siento feliz, pero lo más emocionante es verlos crecer y ver sus pequeños logros, cosas sencillas que los llenan de satisfacción, aprender cosas nuevas, conocer nuevos amigos, y saber que están sin mí, pero están felices, ganando independencia, autonomía y seguridad, para ser niños y personas felices, como debe ser. Yo nunca podré volver a ser la «yo sin ellos» que era antes de ellos, ahora estoy sola mucho más tiempo pero mi cabeza y mi corazón deambulan en un lugar lejano, donde mis niños corren, juegan fútbol y aprenden canciones.

El primer año de una mamá

El primer año de un niño, es también el primer año de una mamá. Y es así, porque cuando eres mamá vuelves a vivirlo todo. Ahora con toda la conciencia y con toda las emociones posibles. Quiero compartir un comercial que hizo Pampers en Japón con ayuda de los papás, para reconocer todo el esfuerzo que hace una mamá en el primer año de vida de un hijo. Es hermoso, lloré al verlo! (Hay que ponerle subtitulos para entender)

Es en serio!!!

Vi ahora este comercial, que muestra de manera un poco dura lo que puede ser una grave consecuencia de una persona obesa, pero más que eso muestra que esa obesidad es el resultado de una vida llena de malas costumbres al comer. Me impactó de esta campaña, dos escenas que veo que se repiten constantemente con los niños casi todo el tiempo, por un lado, todas las personas que le brindan a los niños un dulce, por ser amables, en muchas ocasiones, por ej, luego de una cita médica, al cortarse el pelo, al ir al supermercado, y es que todo el mundo asume que ser amables con los niños significa darles dulces. Por otro lado, lo más duro es que el hábito de esta persona comienza en la casa, cuando su mamá deja de insistirle en comer saludable y le da unas papas fritas porque es lo único que el niño recibe. Y es que enseñarle a los niños a comer bien NO ES FÁCIL, es más, ES MUY DIFICIL, cuesta mucho tiempo, paciencia, repetir, volver a repetir, devolverse, volver a empezar, insistir. Pero creo que vale la pena. Ya es hora de que las mamás nos demos cuenta de que esto es en serio, en que hay una generación de niños con malos hábitos que van a ser las personas enfermas del futuro. La obsesidad es solamente una de las consecuencias de los malos hábitos, pero hay muchas más. Hay que volvernos más firmes, hacer entender a los niños (y más aún, A LOS ADULTOS) que un dulce no es un premio, hay muchas cosas más que pueden hacerlos feliz, un dibujo, un sticker… que estas cosas nos sirvan para reflexionar y emprender acciones de cambio…

 

 

Cumpleaños Pedro 4 años – Fiesta de Tortugas Ninja

Pedro cumplió 4 años un par de semanas antes de entrar al colegio. Quería una piñata de Tortugas Ninja. Se la hicimos en el salón social de los abuelos, un sitio muy cómodo y con un parque muy rico para jugar. Invitó a sus amigos de la guardería y a los primos. Pasó feliz. Aquí algunas fotos

Piñata de Jake y los piratas

Esta es la fiesta de cumpleaños de Martín, que es como mi sobrino y me dice «la ota mamá». Fue de Jake y los piratas. Muy hermoso quedó todo. Aquí algunas fotos.

Agradecimiento.

Hace poco vi en las redes sociales un video de una investigación que mostró que las personas agradecidas eran más felices (http://youtu.be/QMpJcABHmgE), me gustó mucho porque yo ya «sospechaba» que por ahí también iba algo de eso que llaman felicidad y que muchos tratan de hacernos creer que lo encuentras en una gaseosa, en un paquete de galletas o en unos zapatos nuevos.  Luego me sucedió otra experiencia muy bonita, estuve en la última semana de colegio de mi hijo y presencié un homenaje muy sencillo que le hicieron los niños del salón a los empleados que ayudan con el mantenimiento de la zona en la que ellos están, las personas que limpian, arreglan el jardín, llevan los implementos de aseo, etc. Me pareció hermoso, las profesoras compraron unos regalos muy lindos y los niños se los entregaron a estas personas que les ayudan.

Últimamente he pensado mucho y me he sentido muy afortunada por las cosas que suceden cada día en la vida. He tratado de enseñar a mis hijos cada día que piensen algo que quieren agradecer que les pasó ese día. Pueden ser cosas sencillas como «estuve con un amigo, comí un helado, no llovió» y me encanta que ellos empiecen a apreciar de manera positiva esas cosas que son simples y pasan desapercibidas. Constantemente cuando estoy sola y puedo pensar me siento bendecida por las cosas que pasan en mi vida, por mi familia, que es hermosa, mis hijos, mi esposo, por mis papás, mi hermana, mi sobrino y hasta mi cuñado que es muy especial. Por la cantidad de primas y primos que tengo, que a todos los adoro y admiro y me encanta ver como crecen y van brillando cada uno en la vida. Por mis tíos, tías, abuelos y abuelas, tan lindas, tan especiales, una aquí y la otra en el cielo, que siempre me acompaña. Por mis amigos y amigas, los de la vida, las del colegio que crecí con ellas y quiero tanto y mis «nuevas mejores amigas» que son hermosas, me siento como marrano estrenando lazo con ellas, me gustaría que vivieramos pegadas, casi que recuperando el tiempo que no hemos vivido juntas… jeje. Por tener la oportunidad de ver crecer a mis hijos, de pasar tiempo con ellos, que ha sido una decisión que algunas veces nos hace vivir apretados pero que la satisfacción es gigante. Por las personas que me han acompañado en el crecimiento de ellos, la niñera, los médicos, la pediatra, y las profesoras. He tenido la GRAN fortuna de tener unas profesoras maravillosas que nos han acompañado en el proceso de la entrada a la guardería y al colegio, pasos TAN importantes en la vida de ellos (y nuestra) que digamos que son determinantes y se quedarán para siempre en nuestra mente y corazón. Cuando pienso en todo esto me siento bendecida y feliz. Y sobretodo, agradecida con Dios, o como cada uno lo quiera llamar, pues de ahí viene todo.

Pienso que siendo agradecida y apreciando estas cosas, el universo me seguirá mandando muchas más cosas positivas. Sé que algunos momentos pueden no ser tan felices, a veces suceden cosas que no entendemos porque nos pasan, a veces tenemos momentos dificiles o cosas que no nos gustan. Pero también se que todos tienen cosas buenas en su vida, por pequeñas que sean que pueden hacer que uno se sienta feliz. No hay que tener mucho dinero, muchas cosas materiales, carros, fincas, juguetes o pares de zapatos. Porque la clave es como te sientes respecto a lo que tienes y además las cosas felices por lo general no son las cosas materiales sino cosas que vienen del corazón.

Thankful2