Me encuentro un poco traumatizada al darme cuenta de la gran influencia que tienen los alimentos en la salud y el buen desarrollo de los niños y peor aún, de la mala, malísima calidad de los alimentos que las empresas ponen a nuestra disposición en el mercado y que, por su afán de enriquecerse, no piensa en la calidad o en el beneficio del usuario, sino el sacar algo barato y hacernos creer que es alimenticio.
Además, cuando observo el poco esfuerzo que hace los padres actuales para enseñar a sus hijos a comer bien y se conforman en suministrarle una dieta a base de nuggets y papitas, todo con tal de estar cómodos y tranquilos, me indigno aun más.
En los sitios que frecuento con mis hijos, es común tener o escuchar conversaciones a cerca de la alimentación de los otros, pues es probable que sirva como consuelo para los padres de los niños mal alimentados, darse cuenta que los suyos no son los únicos o por lo menos para comparar como estan respecto a los otros de la misma edad.
Con todo esto, me doy cuenta, también con mi experiencia, lo dificil que es que los niños coman bien. Es muy maluco y muy aburridor, estar insistiendo, rogando, explicando o amenazando a los hijos, para que prueben, coman, acaben la comida. Es demasiado maluco. Por eso entiendo que lo más fácil es darles lo que ellos quieran o sea, nuggets y papitas. Pero para eso somos papás. Para educar y enseñar lo que es mejor. Para brindarles las condiciones que les permitan crecer sanos y fuertes, dentro de lo cual, lo principal, es una buena alimentación.
Como dice Luis Pescetti, en su canción «Con esa cara de pescado que tenés, de piojo, desafinado, de enfermo, de amarillo, qué comiste??» Hay que leer las etiquetas de los productos para ver que nos están metiendo, además, hay que poner cuidado que le estamos dando a nuestros hijos, hacer el esfuerzo por enseñarles a comer bien y darles alimentos sanos y nutritivos… es por su bien!