Vivir de amor, morir de amor

Muchas cosas han pasado en estos días. Ultimamente pasan muchas cosas en el mundo. Unos llegan, otros se van, y al final lo más importante es lo que queda…

Tuve la fortuna de tener a mi abuelita por 33 años. Más que ningún o ninguna otr@ niet@. Recuerdo que le decía «Uvita» o «Uvi». Cuando yo era pequeña mi abuela tenía unas gafas grandes que usaba para coser, ella cosía mucho. Cosía mis disfraces, de hada madrina, de caperucita roja, de enfermera, los uniformes del colegio, vestidos para las fiestas. También cosía con unas agujas largas y tenía muchos botones, que me fascinaban. Mientras ella cosía yo los regaba sobre la cama y los organizaba por colores. También tenía unas revistas Burda, llenas de moldes para coser que a veces traían unas muñequitas para vestir. La recuerdo siempre muy tranquila, calmada y alegre. Siempre al lado de mi abuelito y pendiente de sus hijos y de sus nietos que poco a poco fueron llegando, a muchos nos cuidó y nos acompañó. Además de coser, empezó a pintar. Hacía unas acuarelas muy  hermosas. La paciencia que obtuvo al criar 8 hijos (de los cuales 5 eran hombres) le sirvió para sentarse largas horas a hacer unos hermosos cuadros. Su dedicación por el hogar, los hijos y los nietos la combinaba con sus clases de pintura y con la costura. Nunca la ví perder la cordura, siempre era alegre y tranquila. La única vez que la ví llorar fue cuando perdió a su hijo Diego, hace casi 30 años. Yo estaba muy pequeña pero nunca olvidaré la escena. También recuerdo el incendio que casi acaba con su casa. Fue en diciembre y estábamos todos en la finca, llamaron a media noche a decir que el apartamento se estaba quemando. Mis abuelos dijeron, aquí estamos todos, mañana vamos y vemos y volvieron a la cama. Hasta en esos momentos, la recuerdo tranquila.

Cuando empiezo a escarbar en mi mente en busca de recuerdos, me llegan muchas imágenes muy felices. Cuando yo era pequeña no sabía que a mi abuela le habían dado una sentencia de muerte antes de nacer su primera hija, mi mamá, no sabía que le dijeron que no iba a aguantar su parto, pero ella de manera milagrosa sobrevivio a ese y a siete más. No la recuerdo enferma, seguro no me daba cuenta si ella estaba algunos días en el hospital, pero me cuentan que su cuerpo siempre fue muy frágil y visitó mucho los hospitales. Luego fuimos creciendo y ella fue llenandose de nietos hasta completar 17. Siempre había algo que esperar: un bebe que iba a nacer, una primera comunión, un viaje, un premio. Y todos empezamos a convertirnos en ese motivo por el que mi abuelita se llenaba de entusiasmo para vivir. Pero su cuerpo poco a poco se iba cansando…

Lo malo de crecer es que empiezas a darte cuenta de muchas cosas, como por ejemplo de la fragilidad de la vida. Unos meses antes de mi matrimonio, mi abuelita tuvo una crisis y recuerdo mi angustia al creer que ella no iba a estar ahí. Lloré mucho pensando en que ella pudiera faltar. Pero su amor por todos nosotros y el nuestro por ella le dieron la fuerza para durar 8 años más.

Y todo el tiempo fue así, la fuimos llevando pasito a pasito, con motivos, a veces buenos y a veces algunos obstáculos, a traves del tiempo mietras su cuerpo se iba marchitando poquito a poquito, como una hermosa flor que aunque marchita se ve hermosa hasta el último suspiro. Durante todo este tiempo mi abuelita se volvió una mujer muy piadosa. La mejor amiga de Dios y de la Virgen. Todo el día oraba, llena de fé. Constantemente la llamábamos para que rezara para que nos fuera bien en alguna cosa pendiente. Estar en sus oraciones era como estar en la fila VIP de Dios. Con los años se fue volviendo cada vez más santa. Muchas visitas al hospital, sus brazos llenos de morados, sus pulmones necesitaban oxígeno para respirar, no podía caminar muchos pasos sin cansarse, y muchos momentos dificiles pasaron por su vida. Nosotros solamente veiamos un ejemplo absoluto de humidad, paciencia, resignación a la voluntad de Dios para ella. Ella no se iba porque su amor por nosotros y nuestro amor por ella no la dejaban. Ella sentía que no podía soltarnos y nosotros no la queríamos dejar ir. Pero AMAR ES DEJAR IR. Por eso, hace ya dos semanas, los medicos dijeron que mi abuela no aguantaba más. Habría que llenarla de aparatos para que ella pudiera vivir un poco más. Sus hijos decidieron que no querían ver sufrir más a su mamá. Y llenos de amor, todos en familia la acompañamos a partir.

El día no pudo ser más hermoso, con el cielo azul le dijimos que se fuera tranquila, que la queríamos y que siempre estaría con nosotros, en nuestro corazón, en nuestra vida. Ella estaba increiblemente tranquila, en paz, nos habló muy hermoso, nos dió la bendición, le dimos besos, abrazos, amor. Se fue apagando lentamente mientras todos sus hijos con sus esposos y esposas, y sus nietos le cantábamos las canciones que más le gustaban y le rezabamos sus oraciones favoritas. También fueron los curas, sus hijos putativos y la acompañaron a dar ese paso. Mi abuelita se fue tranquila y feliz. En el cielo la esperaba una fiesta. Ya no más oxígeno para respirar, ya no necesitas ayuda para caminar, puedes correr, volar libre, nadie te volverá a sacar sangre o a dar medicamentos. No los necesitas. Mi abuelita es amor puro y está con todos y cada uno de sus seres queridos.

No quiero recordar a mi abuelita sufriendo, a la que a veces me decía que ya no podía más, voy a pensar en la que me hacía los disfraces de caperucita roja, la que me cuidaba, la que se reía con los chistes que hacía mi tía Lina o mi tío Mago, la que se sentía tan orgullosa de mi y de todos, no importaba si era una beca de la universidad o un reconocimiento en la guardería, todo la ponía igual de feliz. Quiero recordar a la que se alegraba tanto cuando llegaban los niños, quiero recordar siempre la cara que hizo cuando le llevamos a Jero recién nacido (mi sobrino) de sorpresa al salir de la clínica para que lo conociera, mi «uvita» que dormía siempre su siesta con la cobija que le regalé con las fotos de mis hijos, que me regaló su talento para coser y pintar, y que casi siempre llenaba sus ojos de lágrimas cuando me despedía de ella. No voy a volver a llorar al salir de su casa por verla sufriendo o atrapada en un cuerpo que ya no funcionaba bien. Abuelita, siempre estarás dentro de mi, pienso en ti todo el tiempo y cuando me pongo un poco triste, pienso en lo feliz que estás y se me quita la tristeza, tengo en mi casa tu tarro lleno de botones, los regué, los ordené por colores y encontré botones que tenías desde que yo era pequeña y me sentaba en tu cama a jugar con ellos mientras a mi lado cosías con un par de agujas largas. Te amo y espero volver a verte algún día.

FotoBotones

4 comentarios en “Vivir de amor, morir de amor

  1. Melisa Restrepo dijo:

    Natiiiiii que cosa tan hermosa la que has escrito. He llorado mis ojos porque la historia de tu abuela me acuerda exactamente a la mía. Me siento identificada totalmente y al igual que tu me siento feliz y afortunada de haber tenido y disfrutado a mi abuela como nadie.. Hoy me hace una falta enorme, cada día la extraño más y nunca podré acostumbrarme a no tenerla cerca físicamente, pero te aseguro que tu abuelita al igual que la mía nos acompañarán por siempre y desde donde están son nuestros angelitos. Un abrazo.

Deja un comentario