Ser o no ser «motrizmente reprimida»

Cuando yo era chiquita y estaba en el colegio, no me gustaba hacer educación física. Me parecía horrible darle vueltas al coliseo corriendo sin sentido, me aterraba la idea de sudar y llegar pegotuda a la clase siguiente, el salón caliente y todas las niñas sudando y calientes (gas!). Creo que fui, o fuimos (porque tenía combo) un dolor de cabeza para la profesora de deportes que terminó por ponernos a jugar ajedrez ante la rebeldía evidente del grupo de niñas que no queríamos correr y sudar (todavía me la encuentro y me da hasta pena saludarla).
Aparte de la clase de educación física estuve en softball cuando estaba en primaria y no tengo ni idea porque me salí (porque me parece divertido), la natación fue un trauma porque no sabía abrir los ojos debajo del agua y mi mamá en su intento porque las hijas hicieramos deporte nos metió a patinaje. Era los sábados en la liga de patinaje, en el estadio, me acuerdo que hacía mucho calor y me acuerdo que hice todos los niveles. Tenía alrededor de 7 u 8 años. Cuando estaba en el último nivel tenía que saltar unos conos y me caí. Creo que el cono se me enterró en la rodilla (lo sospecho por la forma de la cicatriz que tengo) y me acuerdo que el profesor me llevo cargada por la pista, mi media blanca quedó roja y me tocó esperar en un cuarto mientras localizaban a mi mamá. Fue un trauma gigante y lo recuerdo con muchos detalles, como la maluquera de mi hermanita con tanta sangre, el lugar donde me cosieron, como me dolió, y como quedaron untados de sangre mis hermosos patines blancos de 4 ruedas que nunca jamás volví a usar. carnet patinaje
A parte de esto no volví a tener experiencias deportivas, solo algunas vacaciones en gimnasio con las amigas o entradas temporales a estos que no duraban más de 3 meses.
Para complementar el tema, en las pruebas psicotécnicas que me hicieron en el colegio, me salió que yo era «motrizmente reprimida» o sea, rematada. El mensaje para mi fue: «niña, el deporte no es lo suyo, dedíquese a algo que le vaya mejor, como por ejemplo la música o el arte,… y así fue».
Todo esto siguió así hasta el año pasado, cuando decidí meter a los hijos a clase de patinaje. Lo hice para que aprendieran algo nuevo, me parecía chévere el tema del equilibrio y el manejo de su cuerpo en relación al espacio, pero sobre todo, para que se cansaran porque estaban en vacaciones y necesitaba que quemaran energía para poder sobrevivir a esos eternos días vacacionales. Estuve dos semanas allá sentada diario por dos horas viendolos caerse y haciendo amistad con otras mamás y en un momento de esos supongo que medio aburrida, me di cuenta que había clases para adultos. Pensé: Interesante yo ponerme a hacer algo mientras mis hijos reciben clases, podría hacer deporte en vez de perder ese tiempo en esperar y decidí inscribirme.
Para empezar, tenía que pasar por una  «nivelación», en la cual obviamente no supe ni moverme, en parte por la tiesura y en gran parte por el miedo. La directora del Club de Patinaje de Envigado me recomendó hacer una o dos clases particulares y ahí empezo esta experiencia que me ha logrado mover (literal) todo, por dentro y por fuera. Tuve la gran fortuna de que me asignaron a una profesora espectacular, que más que una entrenadora deportiva ha sido como una coach. Por un tiempo tuve que hacer cosas que nunca había hecho, estrené músculos además de enfrentar un miedo enorme y poco a poco sanar ese trauma que tenía desde chiquita. No sólo fue lo físico, darme cuenta que a mi edad me faltaba mucho por aprender y asumirlo con humildad. Ponerle buen humor a mis errores y a este proceso. Desempolvar el cerebro y reconectar el aprendizaje que había adquirido hace tantos años, realmente estaba ahí y me fui dando cuenta en cada paso. Sacar un rato para mi, en el que no tengo que pensar en los niños, en el mercado o en mi trabajo, y en el que soy yo (que llevaba tanto tiempo perdida). Entender que no era motrizmente reprimida, que no estaba anulada para hacer un deporte, como lo había entendido desde hace tantos años. Y entender, después de tanta cantaleta que había recibido de mi tía Lina, que además de saludable, es demasiado feliz hacer ejercicio, ese cuento no me lo había creído antes porque en realidad nunca había disfrutado haciéndolo, o por lo menos no lo recordaba. Adicional a todo eso, al poco tiempo empecé a ver que los pantalones no me apretaban, me empecé a dar cuenta que me sentía más feliz, cómoda y segura con mi cuerpo y hasta más sexy (eso dice mi marido, jaja :p).

IMG_5291 2
Mis clases particulares son cada vez más duras y exigentes. Y así y todo me encantan. He logrado demostrarme que puedo hacer cosas que nunca imaginé poder hacer, que da una satisfacción enorme terminar una clase casi muerta después de que pensé que no iba a lograrlo. Que la combinación de un poco de velocidad (todavía me da miedo ir demasiado rápido), el viento soplando contra mi y el dolor en las piernas es una mezcla deliciosa. Mi profesora ha hecho que las clases sean muy entretenidas pero a la vez muy retadoras. Quedo agotada, salgo feliz y me voy cantando en el carro, con la sensación de que puedo tocar el cielo, que puedo lograr lo que quiera, extrañamente sin fuerza pero llena de energía.
Para muchos practicar un deporte puede ser algo súper normal, o tal vez algo chévere, para mi este proceso de patinar me ha cambiado la vida. Ahora si entiendo la obsesión de mi esposo por jugar fútbol o la gente que hace tantos sacrificios por hacer el deporte que les gusta. Ahora sé que el motrizmente reprimida estaba en mi mente y que hasta puedo hacerlo bien. No tengo afán y he ido aprendiendo a mi ritmo, disfrutanto cada instante, cuando lo hago bien o cuando no me sale como quisiera. Todavía tengo miedo que enfrentar y se que me falta mucho por aprender, pero quiero disfrutar de cada paso que de, de lo que vaya logrando y de esta felicidad que me inunda cada vez que me monto en mis patines morados.

3 comentarios en “Ser o no ser «motrizmente reprimida»

  1. Malua dijo:

    Me encantó leerte! Yo ando en la búsqueda de algo que me llene y que no quiera dejar después de 3 meses. Mi experiencia con el deporte es diferente pues siempre me encantó sudar al hacer ejercicio. Sin embargo, parece q lo de no tener talento para lo que me gustaba me marcó para el resto de la vida.
    Es importante leer posts como éste, uno se inspira a darse nuevas oportunidades.
    Gracias!

Deja un comentario