Me siento como en vacaciones

Una de las cosas que no advierten y cuentan cuando uno va a tener hijos (además de que no vas a volver a dormir una noche entera, que no vas a volver a tener el mismo cuerpo, de que tu corazón crece y el amor es infinito, etc etc etc) es que se acabaron las vacaciones.
Sí, esa hermosa definición de vacaciones, ese concepto que uno veía cuando estaba en el colegio como el paraíso, no tener que madrugar, no tener que hacer nada, no tener que ser responsable de algo, ese concepto de ensueño desaparece el día en que eres mamá.

Así como uno no se imagina nunca lo que va a sentir al tener un hijo, el amor inmenso e infinito hacia ellos, tampoco se imagina lo horrible y pesadillezco que puede ser la palabra vacaciones en el contexto de la maternidad. Como es de duro dejarlos en la guardería, desapegarse de estar con ellos todo el tiempo, como hacen de falta cuando ingresan al colegio, esas jornadas de casi todo el día que al comienzo a uno le parecen eternas, todo el trabajo de desapego que hay que hacer para lograr sentirse tranquila y feliz sin ese pedazo de corazón que se queda tanto tiempo en un sitio con alguien ajeno, todo, todo eso, cuando ya lo logramos, cuando recuperamos la felicidad de un rato de silencio, de tiempo para uno, de entrar al baño sin que lo interrumpan, de poder hacer algo sin afán, de poner la música preferida en el carro, de poder hablar con uno mismo, cuando logramos acostumbrarnos a esa dicha… puuum, llegan las vacaciones. Nooooo, pero como estaba pasando de bueno. Ahí es cuando la mente lo traiciona, pues a uno le queda ese concepto que tenía en el inconciente de las vacaciones, uno piensa, huy que rico vacaciones, luego empieza la maratón:
– No hay un minuto de silencio al día
– Los niños pelean casi todo el tiempo (cuando hay más de uno)
– Te das cuenta que te estas volviendo una mamá cantaletosa y regañona, fo!!
– Hay que  «armarles plan» porque «que pesar el niño encerrado todas las vacaciones»
– Uno se siente mal porque el niño lleva aburrido o encerrado todas las vacaciones
– No dejan hacer nada
– Aunque estén en vacaciones, se levantan a la misma hora pero se acuestan más tarde
– Uno no puede ni hablar por teléfono porque lo interrumpen
– Se gasta una cantidad enorme de dinero entre planes, algos, paseos, etc.
– El marido se pone bravo porque uno no le para bolas (con que energía si llevo todo el día entreteniendo muchachitos)
– Si hay un paseo o varios, hay que empacar y desempacar constantemente
– La casa nunca está ordenada.

Y poco a poco, entre situación y situación se acaban los planes, ya no importa que no hagan nada en sus días de descanso y va desapareciendo la idea romántica de las vacaciones. Ahí empezamos a mirar el calendario y a contar los días para que vuelvan al colegio (Confieso que hasta he hecho calendario tachando días). Afortunadamente mis hijos acaban de pasar las vacaciones «cortas» y ya volvieron al colegio. Desafortunadamente ya pasaron y ahora siguen las largas (todavía falta un rato, pero el tiempo vuela).

Poco a poco vuelvo a recuperarme, a tener un minuto para mi (y para el marido), a hacer todas las cosas que quería hacer en las «vacaciones» (como si fueran mías, ja!!!), a volver a desempolvar a las amigas, a retomar todo el trabajo que descuidé y dejé tirado porque el cerebro no me daba pa tanto y el tiempo no me daba para más. Que dicha, mis hijos en el colegio, vuelvo a ser yo, me siento como en vacaciones 🙂

NO-Vacaciones

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